April 2005
Esqueleto de un triceratops en el Museo Natural de Historia Americana en Nueva York. Foto: Michael Gray de Wantagh, NY.
De acuerdo a la mayoría de los diccionarios, el término “historia natural” tiene una connotación de amateurismo. Desde la perspectiva de los museos de historia natural y de las colecciones, nada está más lejano de la verdad. Por esta razón, muchos prefieren usar el término “ciencia natural” o “ciencias de la naturaleza.”
El museo de historia natural moderno, con sus dinosaurios, insectos vivos y espectaculares exhibiciones de piedras preciosas y minerales, es un lugar fantásticamente accesible para la educación popular en las ciencias. A los niños en todas partes del mundo les encanta visitar a los museos de historia natural. Sin embargo, en la mayoría de los casos, detrás de la cara pública de estas instituciones se encuentra el mundo completamente diferente de las colecciones: cientos de miles o hasta millones de especimenes de organismos vivos o fósiles, mantenidos con extremo cuidado y a un alto costo. El tema de las colecciones de historia natural o del museo puede variar desde la zoología, la botánica, la entomología (la cual históricamente ha sido siempre clasificada aparte de la zoología), la paleontología y la mineralogía hasta la zoología y la antropología. Estas colecciones forman la base para la investigación de algunos fenómenos fundamentales en las ciencias biológicas, tales como la evolución, la ecología, el cambo climático, la biogeografía, el comportamiento, la agricultura y, si incluyen a las ciencias humanas, la cultura. Sin embargo, los museos y sus colecciones ahora enfrentan un cambiante e incierto futuro.
Aparte de la necesidad obvia de preservar a estas colecciones para la ciencia (la cual a veces se ve contraria a la necesidad de hacerlas accesibles al público), todas las colecciones de historia natural están fundamentalmente preocupadas por tres conceptos:
- Información. Las colecciones de historia natural en conjunto forman una enorme biblioteca de información acerca de cuales organismos han vivido o viven en la Tierra. Un farmacólogo en busca de la localización de parientes de una planta medicinal en particular, un paleontólogo tratando de comprender los patrones de la evolución, un ecólogo desarrollando teorías sobre los cambios en la distribución de una especie en el tiempo y en el espacio, un conservacionista tratando de descubrir la dieta hace 10 años de una especie de pez en un río no contaminado, un científico agrícola estudiando a las plagas de insectos y a la resistencia de las plantas, un biólogo molecular buscando al ADN de una especie extinta, todos encuentran información esencial en las colecciones de historia natural.
- Identidad. Todo comienza con un objeto real, el espécimen, el cual debe ser correctamente identificado como una especie o tipo y colocado con exactitud en el espacio y en el tiempo: dónde fue recolectado, cuándo, y por quién. Un espécimen que ha perdido su etiqueta es prácticamente inútil; un espécimen con su etiqueta es una mina de información para aquellos que pueden leerla. Todo depende de que la información sea exacta y al día. Como consecuencia, entonces, si un espécimen carece de este tipo de información, es entonces de menos valor a la ciencia, aunque aún puede tener valor para ser exhibido.
- Comparación. Las colecciones de la mayoría de los museos de historia natural incluyen a millones de especimenes, algunos recolectados hace 200 años o más, incluyendo a fósiles antiguos. Cada vez más, las colecciones incluyen ADN y muestras de tejidos. Al comparar a especimenes recolectados a través del tiempo y del espacio, los científicos pueden no solo descubrir a los patrones de fenómenos naturales pasados y presentes (tales como el cambio climático o la deriva continental), sino que también pueden estudiar las causas base y predecir así en curso del cambio futuro.
Las recolecciones, antes y ahora
La etapa de oro de los coleccionistas probablemente fue la Era Victoriana, durante la cual los coleccionistas se dispersaron por todo el mundo, arriesgando sus vidas y su salud, generalmente sin mucha consideración a las sensibilidades de los países o de la gente involucrada, con el fin de recolectar y traer de vuelta prácticamente todo lo que pudieran encontrar. Este tipo de colección generalizada, recolectando tanto a lo raro como a lo común y unos cuantos especimenes de cada especie en vez del tipo de muestreo moderno cuidadosamente diseñado y estadísticamente válido, ahora no es aceptable. Las colecciones grandes son muy costosas de mantener; el contexto político entero se ve en contra de esto. Sin embargo, debemos decir que si nuestros antepasados no hubieran hecho colecciones tan amplias, muchas especies serían desconocidas hoy en día, habiendo desaparecido en el acelerado paso de la degradación ambiental del Siglo XX. Muchas especies, desde el “lobo” de Tasmania (de la Familia Thylacinidae) hasta el pájaro dodo y la paloma pasajera existen hoy solamente como especimenes de museo.
El tipo de recolección más tradicional, es decir, recolectar un espécimen de cada especie y uno de cada variación, es aún muy común entre coleccionistas amateurs. Hoy en día, los profesionales hacen colecciones mucho más enfocadas. Los científicos de los museos tienden primero a identificar un problema específico y después hacer las colecciones que son necesarias para responder a las preguntas. Todas las colecciones, aún en su país de origen, deben ser llevadas a cabo con una atención cuidadosa a las leyes y a los derechos de propiedad. Aparte de las razonables sensibilidades de cada país, muchos organismos tienen un gran potencial económico para la industria farmacéutica. Las colecciones en el extranjero deben siempre incorporar una preparación cuidadosa y diplomática, permisos formales y, por lo general, algún tipo de acuerdo de compartir especimenes con el país de origen.
La importancia de las colecciones y del trabajo de los científicos cuyo trabajo se basa en colecciones, continúa creciendo.
Continuamos perdiendo ecosistemas completos debido a las actividades humanas y es la tarea esencial de los científicos de la naturaleza no solo recolectar especimenes de organismos vivos para la ciencia presente y futura, sino también poner en registro los ambientes en que ellos viven, desde los tipos de suelo hasta los climas.
La tecnología ha cambiado. La preservación de los especimenes mismos y los datos que los acompañan continúan poniéndose cada vez más rigurosos y con más trabajo. Mientras que en el pasado un recolector podía poner simplemente como lugar de origen “Patagonia” o “Montañas Rocosas” ahora es posible obtener unas coordenadas exactas vía GPS (Posicionador Geográfico). Mientras que antes se preservaban a los especimenes secos o en alcohol (y aún es posible obtener mucha información de ellos), hoy en día existe la posibilidad de hacer colecciones de muestras de tejidos o de semillas y preservarlas bajo congelamiento profundo (criopreservarlas) para hacer estudios moleculares.
Hoy existe todo un rango nuevo de usos para las colecciones de los museos. En particular, los biólogos moleculares, lo cuales en el pasado han despreciado a las colecciones de historia natural, han ganado un nuevo aprecio de su importancia. De la misma manera, los científicos que trabajan en las colecciones han adoptado las últimas técnicas de la biología molecular y las usan en sus propias labores de identificación y comparación. Un enfoque fascinante es el desarrollo de un simple sistema de identificación del tipo “código de barras” (la secuencia de una sección corta de ADN mitocondrial) para cada especie, una tarea que sería poco práctica (e imposible para especies extintas) sin las colecciones de los museos.
Las colecciones son de mayor utilidad cuando se extienden a lo largo del rango completo de distribución de una especie. Esto es importante cuando las poblaciones locales están bajo riesgo de extinción, pues es posible determinar si son únicas o no. Por ejemplo, durante los últimos años de la década de los 80, el búho manchado (Strix occidentalis) se encontró en el centro de un debate sobre la explotación maderera de los bosques costeros occidentales de los Estados Unidos. Un cuidadoso estudio demostró que existían tres subespecies, cada una con un nivel diferente de riesgo.
- Las colecciones son aún más útiles cuando se han llevado a cabo en los mismos lugares sobre períodos de tiempo muy largos. De esta manera se pueden descubrir tendencias históricas. No solo se pueden describir los cambios en la distribución de especies particulares, sino también, al examinar la química de sus tejidos y los contenidos estomacales, se puede descubrir la cambiante ecología de la especie. Esto es importante en la determinación de los efectos de las actividades humanas en el tiempo histórico y distinguirlas de las causas naturales de cambio.
La paradoja del 50 por ciento
Existe un viejo dicho en negocios que dice que la mitad del dinero gastado en propaganda se desperdicia, pero que nadie sabe cual mitad es esa. Similarmente en los museos, en cualquier momento puede ser urgente o estar de moda el estudio de un grupo de organismos en particular o de un fenómeno en particular. El resto de las colecciones permanecen sin usar. Pero 25 años en el futuro, un juego diferente de colecciones se verá constantemente en uso. Por ejemplo, ¿quién hubiera pensado en los años 50 que era importante guardar pedacitos rotos de las cáscaras de los huevos del halcón peregrino recolectados en los previos 50 años? ¿O que después de que se publicara el libro de Rachel Carson Primavera Silenciosa (Silent Spring) que estos fragmentos serían esenciales en la documentación de los efectos letales del DDT sobre el grosor de los huevos de aves en todo el mundo?
La ventaja de las colecciones de los museos es que están constituidas para mantener todos y cada uno de los especimenes, aún cuando se enfrentan cambios de moda. Las colecciones son como las inversiones del mercado de valores: el inversionista sensible está interesado en la visión a largo plazo y no reacciona a los cambios a corto plazo. Esto lleva a una paradoja: Una de las medidas de éxito más obvias es el crecimiento de las colecciones, pero los museos no pueden crecer indefinidamente.
A pesar de que su importancia continúa creciendo, las colecciones de historia natural, como la mayoría de los otros aspectos del mundo de los museos, están sufriendo de una severa reducción de recursos. Esto está ocurriendo en un momento en donde todos los costos asociados con el desarrollo, mantenimiento y uso de una colección de investigación, están aumentando. Entonces, el primer reto que enfrentarán los museos del futuro será en el área de los recursos: La mayoría de los museos de historia natural se encuentran bajo serias restricciones financieras y el número de profesionales entrenados que ellos tienen está disminuyendo. La profesión se ha visto forzada a buscar formas de continuar desarrollando el potencial de investigación de sus colecciones de museo y simultáneamente aprender a vivir con menos recursos. Mientras tanto, campos de experticia completos están bajo riesgo, porque no se están entrenando a nuevos profesionales para que tomen el lugar de aquellos que se jubilan.
Un segundo reto (también común a todos los tipos de museo) es la búsqueda de un número mayor de formas más dinámicas de integrar al público con los usos de investigación de las colecciones. Si esto pudiera ser desarrollado, las oportunidades de obtener financiamiento aumentarían. Las principales nuevas oportunidades se encuentran en el campo del acceso computarizado a la información. Existen cuatro asuntos principales que preocuparán a las colecciones de historia natural del Siglo XXI:
El crecimiento de las colecciones parece inevitable. No sabemos qué proporción de las especies vivientes del planeta se han encontrado y se han descrito. Solamente tememos que sean menos del 50%, o quizás hasta apenas un 10%. Por eso, la recolección, particularmente de especies de pequeñas a microscópicas y de nuevos tipos de muestras continuarán siendo actividades esenciales de los museos. Sin embargo, no se sabe quién pagará por la planta física necesaria o dónde se entrenará a la siguiente generación de profesionales con estas habilidades.
Las computadoras han sido por mucho tiempo el centro de los sistemas de información de los museos. Una de las tareas principales en este momento es la de recolectar la información que está dispersa en las colecciones de varias instituciones y ensamblarlas en bases de datos discretas y amenas a búsquedas (con imágenes) que los usuarios puedan acceder remotamente. Esto ya se encuentra en progreso en muchas áreas pero es muy costoso en términos del esfuerzo humano si se ha de hacer bien (es decir, si los datos son chequeados antes de ser incluidos). Otra ventaja digital será el desarrollo de programas de cómputo para la identificación de especies. Estos sistemas y bases de datos pueden entonces ser la base de modelos nuevos de acceso público en línea y de programación educativa.
Muchos museos poseen colecciones que ya no encajan con sus propósitos de investigación. Un paso obvio, pero poco popular, sería la racionalización, es decir, el intercambio físico de colecciones completas entre instituciones con el fin de fortalecer ciertas áreas en museos específicos.
Aún menos popular sería eliminar el acceso a las colecciones que no se usan o que no son usables. Sin embargo, esto debería ser seriamente considerado con el fin de maximizar el uso de los recursos.
Quizás el reto general más grande para las colecciones de ciencias naturales es la necesidad de que los grandes museos eliminen una vez por todas la imagen de colecciones amontonadas en alguna parte del sótano de un edificio, con los especimenes y sus curadores acumulando el polvo juntos, y todo dedicado a algún arcano ejercicio de identificación y clasificación los resultados de la ciencia de otra persona. La realidad es que el museo moderno es una entidad en evolución constante, una que da hogar a una mezcla excitante de las ciencias, tales como la evolución, la biogeografía, la biología ambiental, la biología humana, la geología y la biología molecular, todo en contexto de un creciente interés público y de una necesidad de crear nuevos modos de proveer acceso al público.
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